Es tan grotesco todo lo que está ocurriendo en España, son tan burdos los discursos de los portavoces, los ministros y el propio presidente, que es difícil de creer. Y todos los diputados de izquierda aplaudiendo las mentiras, los conceptos equivocados y el cinismo descarado.
Las instituciones de Perú han funcionado mucho mejor que las españolas, aunque en el gran país andino hay problemas de fondo imposibles de resolver a corto plazo, al menos hay algo sólido que permite mirar el futuro con moderado optimismo.
Sobre España, en cambio, se ciernen negros nubarrones. La democracia está amenazada por gente que parece salida de las cavernas. El presidente no tiene capacidad, ni conocimientos y ni mucho menos escrúpulos. No le importa arruinar a todos con tal de seguir disfrutando del poder. Está ciego de odio hacia el Rey y hacia todo lo que se interpone en su camino.
Y ahí están los socialistas aplaudiéndole y defendiéndolo. Hay unos cuantos socialistas, entre los que no está Felipe González, a los que no les queda más que algo de fama, descontentos con la deriva que han tomado las cosas. Falta saber si harían lo mismo en el caso de que sus nóminas dependieran de su obsecuencia, como es el caso de los que aplauden.
El hecho de que aunque todas las encuestas, y presumiblemente también las de Tezanos de puertas para adentro, vinieran augurando la mayoría absoluta al bloque de derechas y a pesar de ello Sánchez y sus ministros siguieran a sus cosas como si nada hacía presagiar que tenían una jugarreta preparada.
Pero
hay motivos para la esperanza. El Tribunal Constitucional sabe que va
a pasar a la historia por lo que haga. Es de suponer que habrá un
número suficiente de magistrados que no querrá hacer un
papelón.
Tenemos un Rey que sabe estar en su sitio y el momento
exacto en el que ha de actuar.
Y a día de hoy hay una mayoría de españoles que rechaza el modo de actuar de este gobierno.
El golpe no debería poder consumarse.
Esos libros míos
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