Como se dice vulgarmente, en España actualmente se juntan el hambre y las ganas de comer. Tenemos un gobierno compuesto por gente incapaz, por personas que sólo saben vivir del pesebre público, que además es el que tiene más ministros y más asesores de toda la historia de España, que dilapida millones como no se había llegado a hacer nunca y que está apoyado por terroristas, delincuentes y cantamañanas.
Que la OCDE diga que España sufrió el mayor descalabro económico del mundo, no debería extrañar a nadie. Aunque los votantes socialistas son reticentes a aceptar eso. Los describió perfectamente Saramago -doña Sara Mago según Javier Rioyo, inventor en los ratos libres- en su célebre ‘Ensayo sobre la ceguera’.
Tenemos un gobierno brutal y salvaje, que todo lo fía a la propaganda, cuyo líder, el que se mira complacido en los espejos que le sostienen los ministros, excepto los podemitas que juegan a otra cosa, no tiene la nobleza de decir, cuando la gente ingrata y desconsiderada critica el carburante consumido por Juan Carlos I, ¡eh, que yo he consumido más en mucho menos tiempo! ¡Que cuando no voy en un Falcon voy en el otro! ¡al menos, Juan Carlos I hizo cosas bien, que yo ninguna!
No cabe esperar ningún gesto de nobleza, ni siquiera por aproximación, en miembro alguno del gobierno. Ministros, ¡y ministras!, inmersos, ¡e inmersas!, en la vileza sí que hay.
No será el mayor descalabro del mundo, pero sí de los países desarrollados y de muchos en vías de desarrollo. O sea, que comparativamente sí es el mayor del mundo.
Este gobierno ni siquiera se ha molestado en contar a los muertos y ha permitido que muchos de ellos hagan el viaje al Más Allá tras una larga agonía en solitario. El hambre de la gente tampoco le preocupa. Algunos ministros la procuran.
Quienes sostienen a este gobierno con sus votos son cómplices.
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