domingo, 21 de marzo de 2021

Lo de Menéndez Pidal

 

Es, sin duda, encomiable que Don Ramón Menéndez Pidal quisiera hacerle preguntas a Rodrigo Díaz de Vivar, según se cuenta aquí https://elpais.com/eps/2021-03-20/seran-nostalgias.html?event_log=oklogin&prod=REGCRART&o=cerrado&int=pw_reg_el-pais, pero el bueno de Don Ramón debería haber sido consciente de que todas esas preguntas sólo se las podría hacer mientras estuviera vivo, dando por supuesto que El Cid Campeador le estaría escuchando desde algún lado.

Aunque la cuestión que se plantea aquí es si existe el Más Allá. Nadie ha vuelto para contarlo y este detalle en modo alguno puede entenderse como la prueba de que no existe. Tampoco de que existe.

Vamos a pensar en que sí que hay Dios. En este caso, todo ha sido creado por él. Y se entiende fácilmente que si se hubiera mostrado a la humanidad la vida no tendría sentido. Todo el mundo se plegaría a sus designios y se comportaría como estuviera ordenado.

Vivimos, pues, en la duda de si existe o no existe, aunque abundan los que toman una determinación en un sentido o en otro. Hay que tener en cuenta que no es necesario creer en Dios para ser buena persona y el hecho de que alguien diga que cree en Dios y vaya a misa todos los días tampoco es sinónimo de bondad. Un ateo puede, perfectamente, tomar la determinación de comportarse de forma justa y misericordiosa

Sigamos suponiendo que existe el Más Allá y que al ingresar en él aparecen a los ojos de quien lo hace las cosas como fueron en realidad. Alguien que en vida se veía a sí mismo como grandioso se da cuenta de que, en realidad, su tamaño es menor que el de un garbanzo. Y que otro al que consideraba tan pequeño que apenas lo veía tenía un talla gigantesca. El más allá puede resultar más doloroso de lo que se piensa.

Si Dios existe y nos ha dado la vida, será para ver qué hacemos con ella. Si al nacer tenemos todas las posibilidades y unos se quedan en garbancitos y otros alcanzan tamaños gigantescos, los primeros sufrirán al comprenderlo, claro.


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