Con respecto a los podemitas, podría surgir la duda de si las barbaridades que dicen se deben a su torpeza o a su maldad, pero, puesto que ya llevan tiempo ‘exhibiéndose’ sin ningún pudor, que a las dos cosas.
Iglesias frunce el ceño para hablar, como si con ello añadiera valor a lo que va a decir, pero no hay modo: todo lo que sale de su boca es filfa y veneno.
Ha criticado que las Infantas aprovecharan la visita a su padre para vacunarse, cuando con ello no hay perjudicado a nadie y siendo el caso que él y quien es ministra por ser ‘señora de’ aprovechan todos los privilegios que tienen a su alcance, que no son pocos. No son los más indicados para hablar.
Tienen decenas de policías vigilando su casa, niñeras que pagamos entre todos, etcétera.
Sonada ha sido la burrada esa de que la lengua española fue impuesta a las demás regiones de España. Lo dice sin apoyarlo con ningún dato, ni citar ninguna investigación, ni servirse de la lógica, aunque esto último se entiende.
Esta gente tan nefasta y dañina aprovecha cualquier oportunidad para socavar todo lo que contribuye al bien común, a la armonía entre las gentes y al estado del bienestar.
Todo su caudal está formado por insidias, mentiras y mala intención. Sabe que si la gente está contenta y vive feliz no hay modo de instalar la dictadura comunista que desea imponer. Lo ha dicho así el malvado Iglesias. Podemos necesita que cunda el descontento, que crezca la miseria y que el personal esté cabreado.
Pero la gente se va dando cuenta. Los podemitas son tan burros que no saben disimular sus propósitos. Lo dijo Felipe González: interesa que vayan metiendo la pata. José Bono dio su versión: los socialistas estamos incómodos con Podemos. Carmen Calvo, la de Cabra, avisa: puede haber elecciones en otoño. Pero hasta entonces Podemos puede derrochar muchos millones y empobrecernos y cabrearnos más.
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