lunes, 29 de marzo de 2021

El vicio de la delación

 

Ha trascendido la noticia de que alguien con muy poca dignidad -esto lo digo yo- ha delatado a una persona de Madrid que se había desplazado a su otra residencia.

La noticia añade que se le impuesto una multa a la víctima de la delación, lo cual no es extraño porque -y esto lo vuelvo a decir yo- para estas izquierdas que gobiernan actualmente en España y en algunas regiones la dignidad es un concepto extraño, y me atrevería a añadir que para ellos hasta molesto.

La delación envilece al personal y de ella se sirven todos los dictadores, especialmente los de izquierdas, porque la fomentan hasta unos límites terroríficos. No hay más que fijarse en la desconfianza con que cubanos y venezolanos tratan a los demás. No se fían ni de su sombra. En esos países comunistas la delación se da hasta entre familiares de primer grado.

En España también se fomenta la delación. Lo hace el ministerio de Hacienda, pero no sólo este. Como consecuencia del virus chino, que ha dado pie a que se conculquen derechos fundamentales, también algún ministro, o ministra, ha recomendado o solicitado a los ciudadanos que delaten.

Un Estado que se precie, o sea, que tenga dignidad, no debería consentir la delación de nadie. Y si se diera, debería sancionar al delator.

Un Estado que se precie debería valerse de sus propios medios para combatir los delitos. Tiene la posibilidad de elegir a los mejores para este menester y a su disposición están todos los recursos que posee, que no son pocos. Claro que se escaparía más de un delito, pero es preferible eso a socavar la dignidad del Estado, de la que cualquier ciudadano debería poder sentirse orgulloso.

En la actualidad, puede decirse que está al mismo nivel que la de Maduro, Errejón, Echenique...


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