jueves, 9 de septiembre de 2021

Lo de la mesa

 

Se refería Tierno Galván en el más célebre y menos atendido de sus discursos a esos tiempos de incuria y atrevimiento. Pues si viviera ahora…

El sabio Pancracio Celdrán Gomariz decía en una entrevista que la lengua es una convención de sus hablantes, pero no un asalto al semantismo inherente a su léxico.

A nadie se le había ocurrido decir nunca que Agustina de Aragón tenía un coño como una mesa. Es que la gente llevaba más cuidado al hablar, no se salía del recinto que dominaba, que los más estudiosos procuraban ampliar y ampliar, pero si no se daba el caso no se traspasaban esos lindes. Pero no sólo era eso, sino que también es que Agustina de Aragón era una señora. De armas tomar, pero señora.

Alguien que se precie intenta averiguar en qué consiste ser demócrata, indaga sobre el concepto, sobre la responsabilidad actual de quien vive en democracia y de cómo se alcanza la excelencia en este campo.

Alguien que no se precie se limita a interpretar la democracia a su antojo. En lugar de intentar comportarse como un demócrata cabal, se limita a creerse con derecho a todo, a interpretar las cosas a su capricho y a utilizar como sinónimos palabras que no lo son ni lo pueden ser. Menos estudiar e informarse lo que sea.

Respetar el lenguaje es respetar a los demás, pero cuando uno, o una, se ha criado en el capricho y en la consecución inmediata de sus deseos la palabra respeto viene a considerarse como un incordio, como un aguafiestas.

Los aparatos reproductores masculino y femenino, son complementarios, no idénticos y de ahí que tengan cargas semánticas distintas, a veces desmedidas e incluso inaceptables, pero no parece nada prudente sustituir, sin más, una por la otra.

Para decirle a una señora que es valiente, si realmente lo es, la lengua española dispone de un arsenal de recursos, algunos muy elegantes, pero eso ya queda fuera del alcance de según quién,

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