No es la primera vez que Isabel Díaz Ayuso se la juega. Ha demostrado anteriormente que tiene valor y quienes carecen de esta cualidad desconocen las posibilidades que ofrece a quienes la han cultivado.
Ayuso sabe, como todos los que logran vencer el miedo, lo que se juega. Hay muchas posibilidades de que la jugada salga mal, pero ha decidido correr el riesgo, porque quedarse impasible era peor.
He seguido la secuencia de los hechos a través de distintas fuentes. Es evidente que Ayuso despierta envidias muy fuertes en muchos sectores, porque no hay nadie hoy en día que despierte tanto entusiasmo como ella. Y donde se muestran con más vehemencia es en su propio partido, y más concretamente en la dirección. Ni Teodoro ni Pablo son unos caballeros. Isabel sí que ha demostrado que tiene clase. Cuando le han preguntado por Almeida ha respondido: le creo. Eso es señorío.
Que los líderes de su partido muestren con tanta crudeza la envidia que le tienen los sitúa en el gremio de los patanes, de los desvergonzados. Está bien que Sánchez sea un sinvergüenza. Lo ha demostrado muchas veces y los votantes socialistas lo soportan. No se esperaba que los líderes del PP, los que deberían limpiar todo lo ensuciado por aquel sean de la misma calaña, pero han demostrado que sí. En estas circunstancias, el partido debería pedirles que dimitan y se vayan a sus casas y si no lo hacen destituirlos. A continuación debería pedirse a los militantes del partido que opten para presidirlo entre Ayuso y los eventuales candidatos que se puedan presentar.
La continuidad en sus cargos de Casado y Egea, es mala para el partido y peor para España. Cualquier castigo a Ayuso redundaría en el mismo sentido. Ella merece una oportunidad y si se le da probablemente saldrán ganando España y el partido.
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