La democracia dista mucho de ser un sistema político perfecto, tan solo es el menos malo. Uno de sus vicios es el cortoplacismo habitual entre sus dirigentes, que conduce a perder la perspectiva.
En el mundo que consideramos civilizado se prefiere disfrutar del bienestar que obtenido por las generaciones anteriores a base de esfuerzo y sacrificio a intentar no ya mejorarlo, sino conservarlo. No queremos ver que los enemigos de la democracia no descansan nunca y no sólo se preparan para ser más fuertes y poder imponer su ley, sino que además procuran debilitar a quienes han señalado como enemigos, introduciéndoles caballos de Troya, a los que inocentemente se les abren las puertas. Tenemos entre nosotros reliones como el Islam, los Testigos de Jehová, la Cienciología y otras, que son auténticas tomaduras de pelo.
En España tenemos a los infames comunistas en el gobierno, pero también están los nacionalistas, tan útiles para ofuscar los cerebros y hundir a las naciones. Tampoco hay que olvidar la degradación de movimientos tan bellos y útiles como el feminismo, o el surgimiento de otros cuyo fin es el revanchismo y la venganza, que aparte de sembrar el odio han atontado a muchos.
En esas estamos cuando un matón llamado Putin ha pensado que es su hora y democracias han demostrado que no tienen capacidad de respuesta, porque no lo han visto venir y no se han preparado para evitar el atropello. Algo se hace, los hay que salen con pancartas: ‘No a la guerra’. Otros, ‘hay que optar por el diálogo’. Alguno ha llamado por teléfono a Putin y le ha rogado que pare. Otros, que si le pondrán sanciones económicas que le dolerán mucho. Bueno, a Putin no, a los rusos. Pero eso a él le da igual. Tiene la situación controlada.
Sólo hay un modo de parar a los matones. Eso se tendría que saber.
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