Las encuestas sobre las elecciones en Castilla y León vienen a indicar que para este viaje no hacían falta alforjas. El cálculo por el que se convocaron sin tener necesidad era que el PP rozaría la mayoría absoluta, lo cual ocurriría, seguramente, si el partido estuviera liderado por Ayuso, pero no es así.
Algunos comentaristas dicen que va ser un fracaso para Casado y es cuando ha salido Mañueco al rescate, diciendo que el único que se juega algo es él y que Casado no pinta nada aquí, lo que si fuera cierto no haría falta decirlo.
Se va a llevar otra bofetada Casado, además de estar lejos de la mayoría absoluta, y será el gran éxito de VOX, partido al que odia Casado de modo demencial, porque le impide llevar a cabo los planes tal y como los tiene hechos. Su intención en este caso podría ser la de pactar con el PSOE para no hacerlo, pero Ayuso, que es más lista que el hambre, ha sabido cerrar esa vía: «antes pactaría con el partido de Ortega Lara que con quienes gobiernan gracias a los que lo secuestraron», no sé si son textuales sus palabras, pero más o menos eran estas, con lo cual si Casado ordenara pactar con los aliados de quienes secuestraron a Ortega Lara, se significaría y sus votantes se pasarían en tromba a VOX.
En estas condiciones, a Mañueco no le queda más remedio que entenderse con García-Gallardo, lo que será utilizado por Sánchez y sus mariachis de los medios para hablar del peligro de la ultraderecha, etiqueta que le han colgado indebidamente a su partido. De ultraderecha son los nacionalistas vascos y catalanes, socios del gobierno, al que también apoyan los terroristas, pero a cara dura no les gana nadie.
Lo del candidato socialista deslegitima moralmente a quienes le voten y a quienes lo sostienen: «Hay que saber perdonar a los verdugos de ETA», ha dicho.
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