Pedro Sánchez les tiene declarada la guerra, entre otras muchas cosas, como él mismo diría, a la verdad y a la elegancia.
Repite las mismas mentiras una otra vez, mentiras que los propios medios dedicados fervorosamente a glorificarlo han catalogado como mentiras, y todos los ministros y ministras repiten luego esas mismas mentiras. Seguramente, dan por hecho que el intento de convertir el español en un régimen como el de Venezuela va a llegar a buen fin. Y acaso piensan así porque la alternativa les da miedo.
Con respecto a la elegancia de Sánchez, más bien falta de ella, solo hay que fijarse en las gentes de las que se rodea: Ábalos, Puente, Bolaños, Montero (cualquiera de ellas), Calvo, Robles…, ¿y Begoña?
¿Es elegante Begoña? ¿Puede ser elegante alguien que se junta con Pedro Sánchez, cuyos modales y educación dejan tanto que desear?
Diría que Begoña, desde que su marido se aupó a la presidencia del gobierno mediante aquel «usted no es decente, señor Rajoy», como si él lo fuera, siempre ha estado en los medios, pero últimamente ya ni siquiera en un tono neutro, sino que se airean continuamente trapos sucios suyos, de modo que todo el mundo espera que un día u otro la llame un juez a declarar.
¿Es elegante que ella, siendo como es la esposa del presidente del gobierno, se desentienda de todas estas informaciones y prosiga sus actividades como si nada?
¿No debería mostrar respeto a los medios y a los españoles que cumplen las leyes y pagan sus impuestos y dar explicaciones sobre todo lo que se dice de ella?
Ni se lo plantea, por lo visto, porque no hay ningún indicio de que vaya a tomar la iniciativa en este aspecto, y toda su estrategia consiste en permitir que ministros que no tienen ningún tipo de miramientos más que con su jefe descalifiquen estas informaciones, sin aportar ningún argumento ni dato.
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