La patronal catalana se ha desplazado a Francia para rendir honores a un prófugo que ha causado grandes perjuicios a España y en especial a la parte del nordeste.
Esa patronal que a lo largo del tiempo ha venido alentando y financiando el disparate separatista, basado en el odio y el egoísmo, pero ha tenido que ver que como consecuencia de esa actitud anterior una gran cantidad de empresas se han ido de Cataluña, aunque es posible que algunas sigan financiando aquello que las ha obligado a irse.
Puigdemont es un tipo, como todos los catalanistas, nefasto y además cobarde y marrullero. Hará todo el daño que pueda siempre que pueda.
La situación de la economía española es muy mala, diga lo que diga la propaganda oficial, y lo que hace el catalanismo es derrochar grandes cantidades de dinero, procedentes de los impuestos de todos los españoles, siempre en perjuicio de España.
Que la patronal homenajee a este individuo que tuvo que huir escondido en un maletero por no haber respetado las leyes bajo las cuales consiguió su cargo, es una irresponsabilidad y una traición a los demócratas, que son quienes pagan impuestos y cumplen las leyes.
Asusta pensar el trato que deben de dar unos empresarios tan inconscientes a los asalariados que dependen de ellos. Si no son capaces de ajustar su comportamiento a unos principios éticos, sino que es la conveniencia de cada momento la que rige su proceder, el asunto toma un cariz macabro.
Se entiende pues que Cataluña vaya perdiendo terreno en todos los aspectos. El catalanismo no ha dado ni un solo personaje que merezca la pena. Todos son del calibre del tal Puigdemont, de Torra, de Rufián, de Pujol, de Junqueras, etcétera. Y si no los ha dado es porque la causa no es buena.
Con esos mimbres no se puede ir a ninguna parte que no sea el fracaso.
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