sábado, 6 de abril de 2024

Puigdemont en Francia

 

Comenzaré con una breve nota personal. Se dice que un pesimista es un optimista bien informado. Bien, pues cuando yo observaba mi situación lo veía todo negro y sin salida por ninguna parte. Afortunadamente, francamente optimista, se imponía a la razón. Mi cerebro me engañaba haciéndome ver una luz donde no había ninguna. Gracias a ese optimismo conseguí encontrar la salida.

Digo esto porque ahora parece todo el mundo resignado ante el anunciado regreso de Puigdemont. Ya se le dice ‘el expresidente’. Y no. Es el prófugo. El cobarde prófugo.

En democracia no cabe la impunidad y, por tanto, su sitio es la cárcel. Todavía hay partido.

Es evidente que de los partidos que apoyan al PSOE no cabe esperar nada, porque esos disfrutan haciendo maldades. Es un error de la Constitución que puedan ser legales.

Sí que se debería poder esperar algo bueno del PSOE, si fuera lo que debería ser, pero nunca lo ha sido, jamás ha intentado parecerse a lo que muchos de sus militantes o simpatizantes pensaban que era. Desde los primeros días de Felipe González como Secretario General del partido se les ha hecho ver a los militantes del PSOE que lo fundamental es la obediencia ciega, «el que se mueve no sale en la foto».

En la Constitución, en la que el más influyente de sus redactores fue Peces- Barba se prohíbe expresamente el voto imperativo. Es lógico que sea así, puesto que un diputado que vota en conciencia defiende los intereses de sus votantes. El que vota lo que le mandan, sus propios intereses.

Los diputados socialistas deberían darse cuenta de que están llevando España al desastre. Todos lo juristas dignos de ese nombre, de derechas o de izquierdas, hombres o mujeres, han dicho claramente que la amnistía es inconstitucional.

Deberían saber que su papel ante la historia no es nada airoso, sino todo lo contrario.

Esos libros míos

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