El simple hecho de que tenga el poder, y lo tiene por una serie de carambolas (y estupideces de la oposición), basta para que se le sobrevalore. Hasta genio le ha llamado un listillo. Y resulta que no tiene ningún tipo de autocontrol, ni es capaz de disimular para elegir la opción que más le conviene.
Así pues, muestra un odio ciego a la derecha, lo cual le ha llevado a meter la cabeza en las alcobas de Lucifer. Y de ahí a la cárcel, un paso. Es difícil que se libre si permanece en España.
No puede contenerse y mostrar educación cuando está en el Parlamento, sino que tiene que dejar en mal lugar a quienes lo educaron. No puede dejar de hacer la pelota a quienes lo apoyan para que siga en el cargo, a pesar de que no lo hacen gratis y además lo maltratan en su condición de presidente de España. En fin, que es un elemento rastrero, cobarde, traidor y mentiroso, aunque él, ingenuamente, niegue esta última particularidad.
Tampoco sabe disimular la envidia que le tiene al Rey, al que le pone todas las zancadillas que puede, abusando de sus atribuciones como presidente, porque los redactores de la Constitución no acertaron a vislumbrar que un tipo tan maleducado alcanzara la presidencia.
También le tiene mucha envidia a Ayuso, y esto es una suerte, porque las trampas y zancadillas que le pone a ella acabarán llevándolo a la cárcel, si no cae antes por otra cosa o se fuga de España. Cuanto más la ataca, más popular se hace ella. Él no puede ir por la calle, porque los vecinos le regalan mucha verdura. Hasta huevos. En cambio, todo el mundo quiere fotografiarse con ella, mostrarle su cariño y simpatía, y eso a él le molesta. No quiere que la gente se haga fotos con Ayuso, pero no le obedecen.
El caso es que esto puede ser una señal de que está predestinada a presidir el gobierno. Los tontos pueden servir de señal de que algo va a suceder, o como preludio de algo grande.
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