Maduro es un dictador sanguinario que está apoyado por otros dictadores tan sanguinarios como él y que pretende perpetuar su régimen hasta el fin de los tiempos.
Su sistema, no obstante, tiene un resquicio, mínimo, que el sátrapa pensaba que tenía bajo control, pero que la inteligencia de María Corina Machado y Edmundo González ha sabido aprovechar. Ellos dos lo han hecho todo muy bien, a falta de que las democracias del mundo remataran el trabajo, pero hasta el momento los han dejado solos. Es cierto que han recibido muchos apoyos, pero no han pasado de ser verbales. Y con respecto a estos apoyos verbales hay ausencias que nos avergüenzan a los españoles (ya sé que a todos no, pero es que a los canallas no los cuento).
Los dos héroes en que quienes están puestas las esperanzas de los venezolanos y de las buenas personas del resto del mundo, han espoleado, y lo siguen haciendo, a sus compatriotas para que saquen a relucir el heroísmo que late en ellos, y se les hace y se les ha hecho caso y han salido multitudinariamente a la calle. El régimen de Maduro viene reaccionando violentamente, cada vez más, con la intención de amedrentar a todos. Está matando, secuestrando y torturando. También a menores de edad, a jóvenes de 15 o 16 años. No se puede consentir esto. Si el intento de acabar con la dictadura supone iniciar una guerra mundial, que la inicie. Si se le consiente que continúe con sus fechorías, se multiplicarán en todo el planeta.
Por otro lado, María Corina y Edmundo no van a tener más remedio que presentarse en Caracas, a ver si con ello obligan a actuar a las democracias del mundo. Seguramente, Estados Unidos, bajo Biden, actuará, y se le unirán otras naciones, y los gobernantes españoles observarán los acontecimientos asustados. Quizá para el día 10 el dictador ya no esté en Venezuela.
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