No es necesario especificar más, porque se ha armado tal revuelo con la campaña que todo el mundo sabe ya a qué cartel me refiero.
Todo en este asunto rezuma estupidez y está lleno de falsedades.
En primer lugar, se trata de una campaña dirigida a mujeres que se supone que son de izquierdas, porque las de derechas no son del agrado de la ministra, dicho de modo suave.
Parte, además, de un supuesto falso. Cuando salgo a pasear por las mañanas las terrazas de los bares están llenas de personas que se comen unos bocadillos enormes. He visto muchas miradas de amor a tostadas con tomate restregado por encima, sin que fuera esa la única vianda sobre el tapete. El personal no tiene miedo a engordar y si se da el caso muchas veces es por motivos médicos y no estéticos.
Las calles están llenas de personas obesas y ahora en verano van con muy poca ropa. Y en la playa con casi nada.
La gordofobia que se inventa el ministerio no existe o no preocupa a la mayoría.
Tratar de combatirla con publicidad, usando fondos públicos, es tener muy poco cuidado con un dinero que se les ha arrebatado a los trabajadores, que lo habían ganado con mucho esfuerzo. El dinero público merece mucho respeto.
Por otro lado, querer modificar la conducta humana mediante la publicidad es considerar que la gente es banal y caprichosa. El ministerio trata a los ciudadanos como si fueran banales y caprichosos. O sea, como la ministra.
La única manera razonable y respetuosa con la gente para modificar este estado de cosas, si fuera cierto, es mediante la educación y el ejemplo.
En España, la educación es de menor calidad y eso es una catástrofe, un daño tremendo que se está haciendo a nuestro país. Y el respeto no se da en ningún político de izquierdas en los tiempos presentes. Tampoco en muchos de la derecha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario