Estados Unidos es un país democrático y eso significa que hay división de poderes, por lo que nadie podía impedirle a Nancy Pelosi su viaje a Taiwan, lugar al que se ha desplazado sin ninguna intención de cambiar nada, ni organizar ninguna revuelta.
Ese viaje ha tenido un efecto benéfico, ya que la desmesurada y arbitraria reacción de China debería servir para que el mundo abra los ojos. La civilización y la democracia están en peligro.
Los países demócratas están dormitando en la confianza de que Putin aceptaría resignado la paulatina, pero constante, pérdida de influencia de Rusia en el mundo. Y ya se visto que el hombre tenía sus propios cálculos y piensa que tiene pillados a los europeos por donde más les duele, lo cual puede ser cierto, pero otra realidad más fuerte todavía es que no se puede permitir que Putin salga victorioso de este envite.
No queda más remedio que abrir los ojos con respecto a Rusia y todavía más en el caso de China. La amenaza es muy grande y lo que está en juego es el derecho a la vida, porque si se impone el comunismo ya no hay vida.
Hay que replantearse todo y prepararse para algo muy duro. La ONU ha demostrado su inoperancia y quizá convendría plantearse su desmantelamiento.
Tenemos el enemigo en casa, partidos de extrema izquierda, que enredan lo que pueden, con el fin de distorsionar la visión de la realidad y que la decisión de defenderse no sea todo lo firme que sería necesario. Organizaciones como Amnistía Internacional y Greenpeace, también hacen todo lo que pueden en favor del comunismo.
Hay que tener en cuenta que si en las naciones libres imperara una firme moral de combate y sus habitantes tuvieran las ideas claras sobre la realidad de los comunistas, ni Rusia ni China se habrían comportado de ese modo.
Es al vislumbrar comodidad y flojera cuando han querido aprovechar la ocasión.
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