Nadie puede saber si hay algo tras la muerte o no hay nada, ya que no se puede comprobar. Sólo se pueden hacer hipótesis procurando que sean razonables. No cualquier cosa que se diga, la diga quien la diga, se puede tomar en serio.
Las religiones actúan sobre el supuesto de que sí hay algo tras la muerte, lo cual es razonable, siempre que no excedan los límites de la capacidad humana. Es decir, sabemos que existen el bien y el mal, por lo que no es lógico los benefactores de la humanidad y los criminales van a recibir del Ser Superior o Dios el mismo trato. Llámese infierno, o como se quiera, sin que se pueda saber qué será lo que ocurra ahí, cabe la posibilidad de que haya un lugar para los malvados.
El papa no puede ir haciendo el indio por ahí queriendo abrazarse con dirigentes de religiones ideadas expresamente para manipular y controlar a las gentes, impidiendo su desarrollo además, o pedir ‘diálogo’ a dictadores criminales que han encarcelado a un obispo.
El Santo Padre, y este precisamente no parece tener mucho de santo, debería haber sido claro desde el primer día y haber explicado a los católicos de todo el mundo que quienes apoyan moralmente o votan a los comunistas son cómplices de todas las atrocidades que se han cometido y se siguen cometiendo en nombre de esta ideología a lo largo de la historia, por lo que su destino probable tras la muerte es el citado anteriormente.
¿Qué se puede dialogar con un criminal? Debería ir el papa directamente a Nicaragua para exigir la liberación inmediata del obispo que valientemente arriesgaba su vida o su libertad en beneficio del pueblo nicaragüense.
En España también hay cardenales, obispos y curas que profesan ideologías basadas en el odio y el engaño y nadie les dice nada.
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