viernes, 10 de marzo de 2023

De Ginzburg a Ayuso

En sus ‘Ensayos’, Natalia Ginzburg, partidaria del aborto y comunista, comienza diciendo que al hablar del aborto hay que decir la verdad: abortar es matar. La matización de que fue comunista viene muy a cuento, porque si su talento le permitió llegar a la verdad, su militancia comunista le ayudó a no tener remilgos.

Algunas de las respuestas que ha recibido Isabel Díaz Ayuso por haber dicho que abortar es matar, son propias de gente cuyo talento es similar al de las ministras podemitas. Abortar es legal, por tanto no es matar, le han dicho.

La aceptación social del aborto es uno de los mayores males del siglo XX, dejó escrito Julián Marías y explicó su opinión en numerosos artículos que no han sido rebatidos por nadie. Javier Marías era partidario del aborto y su argumento fue: no estoy de acuerdo con todo lo que escribió mi padre. Es que si hubiera estado de acuerdo lo habrían borrado de la izquierda, clasificándolo como facha. Miguel Delibes se borró él sólo de la izquierda por el motivo del aborto, explicándolo también de forma incontestable. Gustavo Bueno explicaba que defender el aborto es como estar a favor de la esclavitud, y que deberían multar por negligencia a las mujeres que acuden a abortar.

Por un lado están las personas que argumentan y por el otro las masas que siguen consignas y se creen los eslóganes.

Cultivar el criterio propio y decantarse por los argumentos más consistentes es una actividad de riesgo en estos tiempos en que lo políticamente correcto se ha impuesto y a las personas se las cataloga mediante unos procedimientos tan simples como los cerebros de Belarra o Montero.

Pues el aborto jamás podrá ser un derecho, por mucho que lo digan ciertos movimientos disolventes que procedentes de la factoría comunista se propagan por el mundo.

El aborto va en contra del instinto de supervivencia como especie, por lo que tarde o temprano las aguas volverán a su cauce. 

Esos libros míos


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