El feminismo fue un movimiento limpio, que pretendía justicia y que supo captar las simpatías de todas las personas bienintencionadas. Del mismo modo, el 8-M conmemoraba algo que fue crucial y que apelaba al corazón de los demócratas.
Pero llegaron las personas ayunas de convicciones democráticas y lo ensuciaron todo con el fin de extraer rentabilidad electoral, de azuzar el odio contra sus adversarios ideológicos.
El 8-M también es utilizado groseramente, lo cual es una falta de respeto a las víctimas que se homenajea.
Es buen momento para recordar que obcecación por llevar a cabo la manifestación, sectaria y degradante, en el año 2020 tuvo consecuencias nefastas para la economía y la sanidad españolas.
Y lejos de arrepentirse de esa brutalidad, los responsables estuvieron intentando cargarle las culpas a Ayuso, difamándola y acusándola en vano. A pesar de que la justicia ya ha hablado y le ha dado la razón, lo seguirán haciendo. Ellos son así.
La cuestión es que se sabía que el virus se les había escapado a los chinos, que informaron mucho más tarde de lo que debieron haberlo hecho, y que en países de nuestro entorno se habían tomado medidas como la de decretar la distancia interpersonal de metro y medio por la calle.
Si en España en esos momentos se hubiese hecho algo similar, los contagios se hubiesen escalonado mucho, no se habrían colapsado los hospitales y el coste en vidas habría sido muy inferior. No digamos en daños colaterales -enfermedades que no se pudieron atender por estar los hospitales colapsados- y el enorme gasto habido en dinero.
Y todo eso para poder atender el caprichito de una ministra, que no tiene capacidad ni conocimientos, y que ella sola, con sus escasas luces y su atrevimiento, es capaz de cargarse al gobierno y hacer desaparecer del mapa al PSOE.
Tanta malasombra como se ha esparcido sobre el feminismo y el 8-M tardará en desaparecer.
Esos libros míos
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