El problema es que ahora mismo deben de haber varias empresas ponderando la conveniencia de seguir los pasos de Ferrovial.
Seguramente, la persona más decisiva para retenerlas sea Narciso Michavila y su Gad3, porque infunde optimismo con sus sondeos veraces, que indican que este gobierno de ineptos y malvados tiene los días contados. Aunque se hacen largos.
Nos hicieron creer que Calviño es una señora seria que actuaría como dique de contención frente a las animaladas -no sé que otra palabra usar- de la extrema izquierda presente en el gobierno. No ha hecho más que amagos, simulacros y da la impresión de que ella sabía desde el primer día que su papel consistía en hacer el paripé.
El arrobo con que mira a Sánchez la delata. Si no se ha dado cuenta de que su talento es escaso es que el suyo también lo es.
Que ante la marcha de Ferrovial el ala cerril de su gobierno reaccione como lo ha hecho es lo normal. De donde no hay no se puede sacar. Pero que ella haya perdido la oportunidad de callarse, habida cuenta de la nula capacidad de maniobra que le tiene otorgada su narcisista favorito viene a demostrar que no es una persona aprovechable. Quienes basan su carrera en la obsecuencia no suelen aportar nada bueno. Ni tampoco conviene darles la espalda.
La economía, al final, no tiene tantos misterios como pretenden hacer creer. Que los socialistas no den nunca con tecla adecuada es una constante. También se sabe por qué ocurre eso. Están más preocupados por infestar las instituciones de adictos que de mejorar la vida de los ciudadanos. Eso viene de Felipe González y su felipismo sociológico, que es el franquismo sociológico mejorado.
Establecer unas reglas de juego claras y basadas en la sensatez y un clima propicio a la creación y funcionamiento de las empresas, es la solución que no falla.
Atacar a los empresarios y abusar de ellos es el camino de la ruina. De la nación, claro, no de los gobernantes.
Esos libros míos
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