Permítanme un exordio: tuve la inmensa suerte de que se me metió en un laberinto, cuando yo ni siquiera podía saber que existen estas cosas, y que, como todos, solo tenía una salida. Cualquier otra opción que hubiera elegido me habría llevado a la muerte prematura o a un deterioro mental grave. Lo cuento en ‘La del alba’.
Generalmente, cuando se presenta una disyuntiva en la vida de alguien, hay dos o más opciones y la tentación es elegir la más cómoda o la más fácil.
Solbes sabía que la situación económica era muy mala e intentó explicárselo a Zapatero, pero se dio cuenta de que éste estaba incapacitado intelectual y mentalmente para comprender la situación. Fue cuando le dijo: «No me digas, Pedro, que no hay dinero para hacer política». Lo que procedía era dimitir, pero decidió aceptar el mental de Zapatero y seguir en el cargo.
En el debate con Pizarro sabía que este tenía razón, pero prefirió engañar a los espectadores. Tuvo a favor el hecho de que su contrincante daba noticias que angustiaban a buena parte del auditorio, porque anunciaba la ruina para muchos, los que se habían embarcado en aventuras hipotecarias que ya no tenían solución. Solbes los calmó, afirmando que la situación no era tan grave y que el personal podía respirar tranquilo.
Ante la opinión pública, Solbes ganó el debate. Fue un triunfo efímero. Luego vino la realidad y tanto Zapatero como Solbes fueron a la calle y España, arruinada. Que no se engañe nadie, el PSOE no ha vuelto a levantar cabeza. La de vilezas que ha tenido que llevar a cabo Sánchez para gobernar. Y veremos cómo queda este partido cuando pierda el gobierno.
Al final, lo de Solbes quedó en un triunfo efímero y falso y un fracaso real y eterno. Si hubiera dimitido cuando correspondía habría evitado el papelón.
Esos libros míos
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