Es tanta la abyección que han venido acumulando que a los panfletos ya no les quedan más recursos que la mentira y la tergiversación. Y bien que las utilizan y de forma abundante.
Vamos a decir las cosas claras. Hablar del anticatalanismo de Ayuso es mentir, y hacerlo a sabiendas. Ayuso defiende a Cataluña y desea la prosperidad para Cataluña.
A quienes se puede, y se debe, acusar de anticatalanismo es a los catalanistas. Son destructivos. En donde se instalan, se hunde la economía. Vicente Blasco Ibáñez los definió: la lepra catalanista. No hay más que fijarse en que antes de la irrupción del catalanismo en los centros de decisión catalanes, Cataluña era la región más próspera de España y desde entonces no hace más que decaer. Pero es que no solo hace daño en Cataluña, perjudica a toda España y especialmente en los lugares en que echa raíces. En cuanto se apodera de una universidad, como es el caso de la de Valencia y ya desde los tiempos de Franco, se acaba el pensamiento y se acaba la dignidad de la persona, porque el que no pasa por el aro no come, como se le hizo saber a Antonio Ubieto, porque no se quiso tragar sus bolas. Muy gordas e indigestas por cierto. Los que se las tragan pierden el sentido del gusto, entre otras cosas.
Pues aquí tenemos ahora que Ayuso defiende a los demócratas catalanes, y critica el salvajismo de los salvajes. Y los panfletos engañan a sus lectores, contándolo al revés.
Pero no solo los panfletos, también hay un tipo cobarde, como todos los catalanistas, un tipo que se sube a un taburete que procura que no se vea, que es representante de Estado, cobra del Estado, ha prometido lealtad al Estado, y traiciona al Estado, que le tiene envidia a Ayuso, porque ella es valiente, muy valiente, y este jumento catalán, que no se da cuenta de que es un jumento, cataloga como ignorante a Ayuso, que sabe perfectamente lo que dice y por qué lo dice.
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