Dado que la deuda que ha dejado Chimo Puig es inasumible, no basta con pedir una mejor financiación, sino que se deben suprimir todos aquellos gastos que no sean estrictamente necesarios.
Es indecente cargar las espaldas de los trabajadores con impuestos desorbitados y luego gastar ese dinero de forma que no redunde en beneficio suyo.
Uno de los gastos que convendría suprimir, aunque no el único, es el de la Academia Valenciana de la Lengua, dado que los catalanistas pueden satisfacer sus necesidades consultando el IEC.
Esta institución surgió del chantaje que le hizo Pujol a Aznar, como consecuencia del cual el PP de Cataluña quedó hundido para siempre, por lo que se ve, y la lepra catalanista se asentó en la Comunidad Valenciana, antes Reino de Valencia.
Aznar y Pujol ya no están en política. El que inventó la AVL como vía para complacer a Pujol, Zaplana, el gran traidor, tampoco está en política. Encargó la negociación y puesta en funcionamiento a Paco Camps, González Pons y Calomarde, este último ya fallecido.
Camps, afortunadamente, tampoco está en política. Fue el sucesor de Zaplana en la presidencia de la Comunidad y bajo su mandato desaparecieron las entidades financieras valencianas, se hizo un nuevo Estatuto que nadie pedía, en el cual incrustó la AVL, y aumentó considerablemente la deuda, todo lo cual induce a la sospecha de que no debe de estar en sus cabales.
González Pons sigue en política, pero al mismo tiempo escribe novelas pornográficas, según parece, y parece también que dedica más atención a esto, porque cuando irrumpe en política es para meter la pata. Es mejor que se dedique a la literatura.
Las opciones son dos. Puede proponer un pacto al PSOE en el Parlamento valenciano, haciéndole ver que con el IEC hay más que suficiente o pedirles públicamente a los académicos que comprendan que el dinero que cuestan es necesario para otras cosas y que dimitan, para que se pueda cerrar.
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