A Vicente Barrera se le ha intentado desacreditar desde el primer día, sirviéndose de su antigua condición de torero. Los cobardes siempre envidian a los valientes. Todos los catalanistas son cobardes y solo actúan si tienen ventaja.
El vicepresidente valenciano tiene mejor formación cultural que Chimo Puig, por ejemplo, que siempre ha encadenado melonadas que no se sostienen. Los golpistas catalanes, socios de Sánchez, lo apoyaban.
Vicente Blasco Ibáñez habló de la lepra catalanista, con mucho acierto, como se viene demostrando. A pesar del aviso del insigne escritor valenciano se la ha ido alimentando, por lo que se ha desarrollado mucho. El catalanismo es destructivo y donde más daño hace es en Cataluña, su lugar de origen.
En el Reino de Valencia, los catalanistas lo llaman de otro modo, tiene un caballo de Troya, que es la nefasta Academia Valenciana de la Lengua, diabólico artefacto ideado por Zaplana para complacer a Aznar, que necesitaba el apoyo del Muy Honorable Pujol, gracias al cual Cataluña, que iba a ser la región más rica de Europa, va camino de ser más pobre.
Pues Camps, otro inútil, gracias al cual han desaparecido las más importantes entidades financieras valencianas, se inventó un Estatuto que nadie pedía e incrustó en él a la catalanista Academia Valenciana de la Lengua.
Para que el Reino de Valencia progrese -de forma real, no como esos que autodefinen progresistas como podían llamarse peces voladores, porque su progreso es hacia la ruina- es necesario erradicar el catalanismo, pero los catalanistas insisten en hundir en la miseria al Reino de Valencia y torpedean todas las iniciativas que de forma legal y constructiva lleva a cabo el actual.
Uno de esos catalanistas, empujado por los suyos, quiso incordiar de forma grosera y estúpida al vicepresidente valenciano. Fue a su escaño a insultarlo, y puesto que éste se defendió suavemente, todos los panfletos se han servido del incidente, tergiversándolo, como es su costumbre.
Los catalanistas no saben que la verdad padece, pero no perece.
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