La
economía española gira en torno a los bancos y las cajas que ya no
existen. Es
por eso que tiene establecidos una serie de controles más rigurosos
que los de otros países, y quizá fuera eso lo que permitió que
Zapatero alardeara de la salud del sistema bancario español.
Lo
que se le escapó a Zapatero es que el control del Banco de España
no era tan efectivo como podría presumirse. Un
dato a tener en cuenta es que Franco no autorizó las fusiones de
grandes bancos, cuando se solicitaron, para que la entidad resultante
no alcanzara más poder que el Estado. Muerto el dictador, sus
sucesores no han tenido tanto cuidado, puesto que a lo que aspiran es
a sentarse el consejo de administración de un banco. El resultado es
que estos ahora tienen, al menos, más poder que el Banco de España.
Y las leyes, por lo visto, tampoco atemorizan a los banqueros. Además
de esto, los políticos invadieron las cajas (hubo
uno que presentó su candidatura a la presidencia de la Generalidad
Valenciana, pero su objetivo era la presidencia de Bancaja).
Quizá
como consecuencia de todo esto ya no quedan cajas de ahorros y
hay que dejar constancia de que su función social era muy
importante. A
pesar de todo, el último presidente de Bancaja se quejó de que
vivía un calvario judicial; veremos
cómo acaban Miguel Blesa y Narciso Serra; Aurelio
Izquierdo sigue cobrando de Bankia y
el juez obliga a readmitir o indemnizar con 600 000 euros a cada uno
a Jaime
Masana y Adolfo Todó. Nunca
se sabrá la verdadera situación de La Caixa, a la que el gobierno
ha hecho importantes obsequios.
Para
los contribuyentes lo
ocurrido con los bancos, y sobre todo las cajas, es una catástrofe
mayúscula. No
han tenido más remedio que pagar, y perder muchas inversiones, para
que no se hunda el sistema.
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