En
los consejos de administración de las empresas del Ibex hay pocas
mujeres. Tan sólo el 16% de sus componentes pertenece al sexo
femenino.
Es
obvio que el mejor modo de solucionar esta situación injusta
consiste en imponer cuotas, puesto que quien hace la ley hace la
trampa. Zapatero, tan aficionado al uso arbitrario del poder, impuso
la paridad, pero luego, en lugar de nombrar ministras a mujeres aptas
para el cargo eligió a las más complacientes con él, cosa que al
menos nos dio motivo para reír de vez en cuando. Dado que con este
presidente la catástrofe era inevitable, tener algún motivo de
jolgorio no venía mal. El actual, Rajoy, en manos de los oligarcas,
también tiene sus cosas: Le pide a Eta que se disuelva. ¿Qué le
pediría a Jack el Destripador? O a Al Capone.
A
tenor de lo que hacen las pocas mujeres que están en los citados
consejos de administración, las cosas no cambiarían mucho en el
caso de que fueran muchas más, porque España está configurada al
gusto de las oligarquías, y éstas se caracterizan por querer
tenerlo todo bajo control y así es como suceden las cosas.
Probablemente,
el mejor modo, y quizá el único, de conseguir que las mujeres
alcancen la relevancia que les corresponde consista en profundizar en
la democracia, o sea, desposeer a las oligarquías de sus mecanismos
de control y permitir con ello que las personas que pueblan este
país, además de contribuyentes, pasen a ser ciudadanos. Es por ese
camino, y no mediante el uso arbitrario del poder, que es
intrínsecamente injusto y, por tanto, contrario a lo que se
persigue, por el que se puede llegar a conseguir una sociedad más
justa. Es un camino lento, sí, pero seguro. Los pretendidos atajos,
a veces, no llevan a ninguna parte.
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