Los
hay que me llaman anticlerical, y quienes lo hacen no se fijan en la
tropa de cardenales y obispos que tenemos en España.
¿O
es que no se avergüenzan de uno que se llama Reig Pla, o del que
atiende al nombre de Bernaldo Álvarez, por no hablar de Rouco Varela
o Cañizares? Pero es que también andan en liza Uriarte, Setién,
Pardo, Martínez Sistach y otros.
El
nacionalismo no tiene nada que ver con la doctrina católica, que
habla del amor entre los seres humanos. El nacionalismo concede
prerrogativas a unos sobre otros, pero no en función de los méritos
adquiridos, sino primordialmente por la adscripción servil a una
idea. El hecho de haber nacido en un lugar determinado ya otorga de
antemano ciertas ventajas ante los nacionalistas, pero además hay
que aceptar los postulados de esta doctrina. Por criticarla, también
me han llamado anticatalán, lo cual es falso; como mucho, soy
antinacionalista.
El
nacionalismo ha hecho que se rompan familias y que amistades de toda
la vida se echen a perder. Pero hay obispos y cardenales
nacionalistas que hacen comulgar ruedas de molino a sus feligreses.
Lo que no conseguirán estos tipos es que yo ponga la X.
Con
estos curas y cardenales pasa lo mismo que con los socialistas. ¿Qué
tendrá que ver el nacionalismo, tan clasista, tan de derechas, tan
discriminatorio, con el socialismo? Nada. Pero ahí están, los
socialistas y los curas bailando con los nacionalistas.
Quizá
lo que temen los curas y los socialistas sea que si se aferran a sus
idearios pierdan clientes. Curiosa coincidencia. Los socialistas
suelen ser ateos, aunque quizá los haya entre ellos que se declaren
católicos y al mismo tiempo se les note que adoran al dios dinero.
Los curas critican el materialismo de los socialistas, pero si caen
en los dominios de los nacionalistas, también por materialismo,
adoptan sus tesis. Y hay una monja por ahí que se llama Forcades.
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