miércoles, 7 de abril de 2021

Aquellas presiones a la jueza Alaya

 

Es una aberración que se presione a un juez. Realmente, es aberrante cualquier tipo de presión mediante la que se pretenda un dictamen profesional. A un médico no se le fuerza a que cambie su diagnóstico, y tampoco a que deje de hacerlo.

La jueza Alaya no pudo hacer su labor tranquila y eso debería indignar a los demócratas. Si los jueces no pueden trabajar, no hay democracia.

Sin embargo a ella es el pan nuestro de cada día. Los que llaman fascistas o fachas a los demás tienen por costumbre acosar a los jueces. Y se entiende fácilmente que lo hagan: no les satisface cumplir la ley y tampoco les pasa nada cuando acosan a los jueces.

Al juez Llarena lo mortificaron de todos los modos posibles. A la jueza que actuaba con el pseudónimo Lady Crocs, por el simple motivo de que explicó de modo profesional una sentencia de otros jueces, le investigaron su identidad, la descubrieron, la mostraron al público e incluso su foto, el juzgado en que desempeña su labor y quizá también su domicilio.

Del juez Marino Barbero se llegó a desvelar una información tan confidencial como sus cuentas bancarias. Un hecho tan atroz como este, ante el que el señor juez se sintió impotente, quedó totalmente impune.

Los españoles suspiramos por tener democracia desde hace mucho, pero son muy pocos los que se esfuerzan en ser demócratas.

Hay que apuntar unas ideas fundamentales: «puede decirse que hay democracia en un lugar cuando alguien que piensa lo contrario que la mayoría puede transitar tranquilamente por sus calles», «sin justicia independiente no hay democracia», «sin medios con libertad para informar no hay democracia». Conviene tener en cuenta todo esto para saber distinguir a los demócratas de los dictadores y obrar en consecuencia al emitir el voto. Tampoco conviene olvidar que el votante es responsable de las barbaridades que haga el político al que ha votado.

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