Lo que da de sí Mónica Oltra ya se sabe desde antiguo. Lo suyo es lo más parecido al fascismo de Podemos y al fascismo de los catalanistas. Habrá que poner el término fascista todas las veces que haga falta para distinguir con él a todos los que no sienten ningún respeto por la democracia, que se basa en la tolerancia con quienes piensan de otro modo y en el respeto a la ley, cosas que no practican esta señora, los catalanistas, ni los podemitas.
El caso es que sabiendo quién es y su carácter fascista, la han metido en el gobierno valenciano y ni más ni menos que en calidad de vicepresidenta. Y su comportamiento en este cargo es el cabe esperar de ella y no otro, y a pesar de eso, Chimo Puig -no hay nada más valenciano que el dígrafo ch- no la echa. La mantiene en su cargo y encima, con todo el desparpajo que caracteriza a esta gente, presume de demócrata y acusa de corrupto al PP. Ya veremos lo que pasa con su hermano. A ver si algún día se ve obligado a ir por la calle sin peluquín para que no lo reconozcan.
Con todo el descaro que tiene, que no es poco, mantiene a Oltra y critica la corrupción de otros.
Hay una sentencia judicial en la que se recrimina a la Generalidad que tapara los abusos del exmarido de Oltra. A Chimo Puig no se le ha caído el peluquín de vergüenza. ¿Cómo se le va a caer si no tiene? Peluquín si tiene, vergüenza no. Si tuviera habría destituido a Mónica Oltra.
Ella, por su parte, como buena fascista, ha reprochado a los tribunales de justicia que cuestionen su honor y su integridad moral y ética. Imposible. No pueden cuestionar lo que no existe. Si tuviera algo de eso habría dimitido.
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