Había leído que el popular actor francés había solicitado la eutanasia y enseguida pensé que, en contra de lo que cree mucha gente, nadie es dueño por completo de sí mismo. Sí lo es de lo que hace y lo que desea.
Vivir es un acto de voluntad en todos los seres vivos. El instinto de supervivencia individual, también lo hay como especie, lleva a resistir hasta el último aliento.
Hay en Madrid un indigente que resiste todo, el frío, el calor, el viento, la lluvia, la nieve… No pide limosna, se agencia el alimento por sus medios y rechaza la ayuda si se le ofrece. No ensucia, lo echa todo a un contenedor de basura. La sociedad no le puede hacer ningún reproche, puesto que no vive a su costa.
Lo que hace está fuera del alcance de la inmensa mayoría y sin embargo se le tiene a menos, porque la indiferencia es la tónica. El personal entiende más de precio que de valor, no sabe apreciar lo que hace.
Tampoco debería haber mendigos, ni indigentes, pero esta sociedad empuja al abismo a quien ve pasar dificultades y una vez que ha caído le da limosna.
El caso es que este señor, que aparentemente está solo, no lo está tanto, puesto que es parte de la humanidad, y además uno de esos ejemplares que muestran la resistencia humana. Su fracaso sería que se rindiera, y vendría a demostrar que hasta los mejor dotados son débiles. No, queremos que resista, porque eso nos ayuda a sentirnos fuertes.
Basta con que una persona confíe en alguien, o lo ame, para que ya no tenga derecho a suicidarse.
Hay que pensar que la humanidad es un todo, porque sin los demás no somos humanos y esa deuda que tenemos con los demás nos impide disponer de nuestra vida.
La parte buena de la noticia es que al leerla entera fue que lo que ha pedido es que lo desenchufen si entra en coma. Eso es otra cosa.
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