Vivimos unos tiempos en que la educación, la cordialidad, e incluso la cortesía ya no consideran. El egoísmo ha hecho de presencia en la vida pública de modo palpable y notorio. A menudo se le niega al prójimo el derecho a respirar: ¡oye, que este aire es mío! La prepotencia está a la orden del día.
Hubo una campaña de UPyD que consistía en decir a cualquiera: eres de UPyD y no lo sabes. Sus propuestas o deseos eran muy similares a las de este partido. Con más propiedad propiedad podrían hacer los de Podemos esta campaña: la mala educación y el cerrilismo están por doquier.
Tratar a un pedorro como si fuera un señor puede tener consecuencias desagradables.
Telefoneé a uno que entonces era amigo. Estuvo durante 75 minutos (ese era el tiempo que marcó el móvil al final) hablándome a voz en grito, pero su enfado no era conmigo, sino con los podemitas. Me explicaba que eran incompetentes e ignorantes. Aguanté la perorata con educación. Él, cuyo comportamiento fue propio de un podemita, no supo valorar mi consideración hacia él. Vive una zona noble de Valencia, presume de cierta potencia económica, de gustos exquisitos y de modales refinados, pero estos los usa solamente con los poderosos que le interesan.
Volvió a levantar la voz fuera de sí, esta vez en un bar en el que había gente porque él defendía la idea de que la burbuja inmobiliaria sólo había afectado a las cajas de ahorros y no a los bancos, lo cual le discutí, pero sin volverme loco como él, aceptando que los bancos no se habían enfangado tanto en el negocio inmobiliario, pero también lo hicieron en gran medida. No llegamos a ningún acuerdo.
Discrepar de alguien no debería tener ninguna importancia, porque nadie es perfecto, ni puede acertar siempre en todo. Lo grave es que se hayan perdido la amabilidad, la corrección en el trato, la consideración al prójimo y todas estas virtudes encaminadas a hacer grata la vida.
Hoy abundan los que quieren tener la razón en todo e imponer su criterio y tratan de subnormales a quienes no les siguen la corriente.
Este
es el caldo de cultivo que ha posibilitado la aparición de Podemos.
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