Es triste que hijos, cónyuges, hermanos traicionen a las víctimas de ETA, y con ello a toda la sociedad. Ser víctima de ETA no es sinónimo de buena persona, algunas de ellas eran realmente malas. Se sabe de algunas que murieron y otras que lograron sobrevivir no esconden su odio o un egoísmo fuera de lugar. Ahora bien, en su condición de víctimas todas merecen el apoyo y el cariño de la sociedad. Sus opiniones, si pretenden el bien común serán respetables, en caso contrario.
María Jáuregui, hija de Juan Mari Jáuregui, asesinado por ETA, viene atacando a Isabel Díaz Ayuso, porque ésta recuerda las fechorías de la banda. Tiene todo el derecho a hacerlo y si María Jáuregui no se da cuenta es que padece ceguera voluntaria.
Lo que se perseguía con los atentados era aterrorizar a toda la sociedad española. La banda ha condicionado la política, y lo sigue haciendo, porque apoya al gobierno. Ha distorsionado el modo de hacer política y ha humillado al Estado, y con ello a todos los españoles, puesto que los distintos gobiernos que tuvimos se rebajaron a negociar con la banda.
ETA dice que ha dejado de atentar, pero el daño hecho ahí está. Y no sólo los daños físico, morales y económicos, tan cuantiosos, sino que ha envilecido a gran parte de la sociedad vasca, y también del resto de España, como se va viendo.
Todos los españoles tenemos no sólo el derecho a criticar a ETA, sino también la obligación moral de hacerlo, lo cual cumple fielmente la presidenta madrileña.
Sospecho que el fundador de la ETA y jefe en la sombra fue Arzalluz, porque si hubiera sido tan torpe como Otegui, y hay muchos así en la banda, no habría durado ni tres semanas.
Tuvo que haber un cerebro diabólico organizando y dirigiendo las maniobras. Lo curioso es que a ningún presidente del gobierno se le ocurriera pensarlo.
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