En realidad, no hay sólo un catalanista enloquecido, sino que lo están todos, pero en el algunos la dolencia es más grave.
Todo esto viene de aquellos primeros tiempos en que se diseñó de un modo claramente imperfecto nuestra democracia. Y los responsables del desaguisado todavía siguen pagados de sí mismos y pensando que actuaron de forma impecable. Y así se lo reconoce gran parte del país. Pero no.
Dieron alas a los nacionalismos, como consecuencia de lo cual los terroristas y sus admiradores tuvieron coartada para justificar la existencia de sus bandas. Los nacionalistas, además, utilizaron el poder que se les cedió, sin prever las consecuencias, para introducir ideas venenosas en los cerebros de los ciudadanos que pudieron tener sometidos. ¡Ojo, que para introducir esas ideas se vienen sirviendo del poder, no de su capacidad de convencimiento!
Proscribieron la cadena perpetua, que de existir habría evitado muchos atentados y también impedido que los terroristas presos impusieran su ley en las cárceles, porque al estar encerrados para siempre habrían perdido todo poder. Tampoco habría sido necesario dispersarlos.
Estas son unas pocas pinceladas que bastan para poner de manifiesto la irresponsabilidad de aquellas personas tan fatuas y engreídas.
Los catalanistas, que serían cuatro gatos sin todas esas cesiones, están instalados mentalmente en un mundo irreal, fantástico, imposible. No carburan bien, perdonen la expresión. Tienen ideas malvadas, propias de mentes insanas, y están tan convencidos de que tienen razón que hacen huelgas de hambre y sus allegados y amigos, en lugar de instarlos a volver a la cordura les animan a que sigan en sus propósitos.
Pensar en la suerte de los niños que están en manos de estos locos resulta pavoroso. Y no hay nadie que salga a defender a los niños.
Conviene tener en cuenta un detalle: en vida de Franco los catalanes eran los españoles más educación. En la actualidad, Aragonés, que es un sujeto especialmente grosero y cerril, es de los más educados de entre los catalanistas.
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