Es una gran noticia que se hayan rescatado unos cuantos bebés del aborto. Hay una asociación llamada ‘Más Futuro’ que de vez en cuando lo consigue.
El argumento más poderoso para demostrar que el aborto es malo es fijarse en que quien lo promueve, y con gran empeño, es Irene Montero. No sólo ella, claro, pero el hecho de que defienda cualquier cosa ya es indicio claro de que no puede ser buena.
El aborto libre atenta gravemente contra el instinto de supervivencia como especie, del cual proceden todas las normas morales y éticas. El egoísmo sólo es aceptable en personas que no se pueden valer por sí mismas, o lo hacen con grandes dificultades, como es el caso de los niños y los ancianos. De todos los demás se espera que sean desinteresados y comprometidos con el bien común. Una persona adulta debe saber controlar su egoísmo para que no desborde su espacio natural, el que necesita para su supervivencia.
El aborto libre consagra la prevalencia del fuerte sobre el débil, fomenta el capricho y la irresponsabilidad.
Para Julián Marías la aceptación social del aborto era una de las tres mayores desgracias del siglo XX. Escribió mucho sobre este asunto, explicando de forma contundente su parecer. Su hijo Javier Marías sí era partidario del aborto, pero jamás se molestó en justificar su elección, quizá porque sabía que no habría podido refutar a su padre.
Gustavo Bueno explicó con argumentos imbatibles que estar a favor del aborto es como defender la esclavitud.
Y Miguel Delibes se mostró decepcionado en una Tercera del ABC de que la izquierda se mostrara a favor del aborto, cuando hasta el momento siempre había estado del lado del débil, o sea, del niño, de la mujer, del negro.
Él se consideraba de izquierdas porque pensaba que esta opción política defendía la justicia. Sí, en algún tiempo hubo gente que pensó eso. Hoy es imposible.
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