lunes, 26 de septiembre de 2022

No eligió su nacionalidad

 

Eso dijo Liudmila Ulítskaya, la escritora rusa a la que se ha otorgado el Premio Formentor. Realmente, nadie elige su nacionalidad. Todos pertenecemos a la humanidad. El devenir histórico y las diferentes costumbres surgidas en función de la geografía, modos de vida y acontecimientos históricos, por decirlo de forma resumida, hacen que el mundo esté divido en naciones. No obstante, la tendencia es que se vayan uniendo unas con otras y aunque el proceso presenta muchas dificultades, cabe vaticinar que al final sucederá.

Por poner un ejemplo: la unión de España con Portugal, Francia, Reino Unido e Italia, está en camino y aunque parece que es largo, también lo es que no tiene marcha atrás. El Reino Unido presenta más dificultades por el momento, cabe suponer que también acabará en la Unión Europea.

La unión con Marruecos, en cambio, pese a que está tan próximo a España, presenta unas dificultades insalvables por el momento, por motivos culturales, pero estos no están grabados a fuego, sino que son mudables y acabará sucediendo que esas diferencias se vayan difuminando. Sobre todo porque como muchos de ellos emigran y se instalan en países europeos, aunque intenten mostrarse impermeables a los modos de vida de los lugares que los acogen, esa impermeabilidad no puede ser total.

La obligación de cualquiera que nace en un lugar un otro es la de ser buen ciudadano, esto es, contribuir con su esfuerzo a la prosperidad y desarrollo de la sociedad en la que vive. Sea cual sea. Lo de sentirse orgulloso por haber nacido en este lugar o el otro es una idea nefasta que se introdujo en las mentes de forma interesada. La función de la historia es aprender de los errores y uno de los más grandes es el odio entre naciones, que viene a frenar el desarrollo de la humanidad e impide vivir el paz.

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