Como es costumbre en ellos, los comunistas llamaron a la movilización para impedir el fascismo en las aulas. Pero no mediante el debate sosegado y el intercambio educado de ideas, sino mediante el acoso, la intimidación, el amedrentamiento y la agresión física. No se les ha ocurrido a comunistas plantearse la posibilidad de que sus métodos sean fascistas. Pues no, y por una sencilla razón: no saben hacer otra cosa.
Por su parte, la Universidad de Granada se muestra equidistante. Ha emitido un comunicado en el que critica a los agresores, pero también a quienes acudían pacíficamente a la conferencia para asistir a ella, o para darla, en el caso de Olona, por provocar a los violentos.
Los dirigentes de la Universidad de Granada con este comunicado reconocen explícitamente que no están a la altura, que su gestión y si fueran consecuentes con ello darían paso a otros.
Si no son capaces de mantener la autoridad y tampoco distinguir entre culpables y víctimas, si no han sabido inculcar a los alumnos el gusto por la educación y el respeto al prójimo, ni la curiosidad por las ideas, ni les han inducido a tener criterio y actuar de forma responsable y no como si formaran parte de una manada, es evidente que deben buscar otro cometido, porque para el que tienen no sirven.
O sea, que porque va Macarena Olona, cuyo talento y preparación jurídicas son indiscutibles, a dar una conferencia, la sitúan por la cara en la extrema derecha y hacen lo posible para impedir que la dé. Con métodos salvajes, claro.
En cambio, si quien hubiera tenido que dar la conferencia hubiera sido uno de esos botarates de la extrema izquierda que no tienen nada que decir, salvo eslóganes y consignas infames, Monedero por ejemplo, todos esos descerebrados habrían acudido pacíficamente a escucharlo y lo habrían hecho con embeleso.
La dirección de la Universidad de Granada habría observado los acontecimientos complacida.
Qué asco de gente.
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