Andan
estos dos tratando de retrasar, o de impedir si pueden, la entrega a
España del primero de ellos, presunto delincuente.
No
se dan cuenta de que no les conviene esa dilación, puesto
que una vez que se ha demostrado que hay alguien solvente en la
oposición, la
caída de Sánchez, tan torpe, tan atenazado por sus bajas pasiones,
puede ocurrir en cualquier momento. Puede
que llegue hasta el final del mandato, pero imaginemos que Lastra
-digo este nombre en representación de unos pocos mejor dotados
intelectualmente- se
dé cuenta de que con Sánchez en el poder las posibilidades de que
el PSOE desaparezca, y con ello el modo de vida de muchos
socialistas, aumentan
significativamente
y decidan un golpe en la mesa y obligarlo a dimitir.
Con Sánchez en el poder, Puigdemont tiene el indulto garantizado, pero si cuando venga quien manda es Feijóo tendrá que acostumbrarse a las paredes de la cárcel.
El caso del prófugo, como el tantos otros individuos desnortados es digno de estudio, dada su evidente falta de equilibrio mental y moral. Cobra del Reino de España, al que traiciona e intenta desprestigiar, hace política en contra de quien le paga y encima pretende tener razón o cree que la tiene. Esto último sería una prueba más que evidente de que su cerebro patina.
Si está convencido de que a Cataluña le conviene separarse de España, lo primero que tiene que hacer es decir la verdad, o sea, que sería que ocurriese. Porque si dice mentira quienes le sigan serán gentes de poca monta y además lo harán sin convencimiento alguno, en plan caprichoso.
Tiene que devolver todo lo cobrado, coger la escopeta y echarse al monte. Y a la hora de pegar tiros tendría que hacerlo de cara, demostrando valor, y no como esos amigos del Boye que disparaban por detrás y a traición, manera con la que es imposible lograr la admiración de las gentes, sólo el aplauso de los cobardes.
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