viernes, 9 de septiembre de 2022

Lesmes les saca los colores

 

Sin embargo, es muy difícil que el asunto tenga solución. Hay uno que lo impide. Los intereses de uno frente a los del resto de los españoles. Bastaría con que desapareciera ese uno de la escena para que todo se encarrilara, volviendo a los usos anteriores o mejorando el sistema, que sería lo ideal.

Momentáneamente, me referiré a otro asunto: es urgente llegar a unos acuerdos como los de los Pactos de la Moncloa, pero hay uno que lo impide. Bastaría con que desapareciera de la escena política para que fuera posible. Las conveniencias de uno frente a los de toda España.

Volvamos a la Justicia: García-Trevijano propuso una solución, que he repetido alguna que otra vez en este mismo blog porque me parece plausible.

Sosa Wagner hace un año: «que se le quite al Consejo General del Poder Judicial la atribución de designar a las salas del Tribunal Supremo y de los tribunales superiores de las autonomías para que, en adelante, esos puestos se alcancen por concurso, como ocurre en los ascensos del resto de la carrera judicial».

Gómez de Liaño, ayer, que los jueces deberían estar al servicio de la justicia.

Es lógico pensar que quienes estudian la carrera de Derecho para ejercer luego como abogados, jueces o fiscales deberían amar a la justicia, aunque bastaría con que esta circunstancia se diera en la mitad de ellos para que no pudiera ser sometida a manipulación.

A tenor de su comportamiento, parece ser las motivaciones de la mayoría son otras.

Aparte de que los jueces, fiscales y abogados deberían plantarse hasta conseguir la necesaria independencia judicial y no se vislumbra que lo vayan a hacer, queda la realidad de ese personaje dictatorial que impide el progreso de España con su presencia, al que Nadia Calviño adula de un modo obsceno, indigno y chabacano.

Si fuera demócrata querría la independencia de los jueces, pero evidentemente no le conviene dársela.

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