Sánchez ha llevado a los socialistas a un punto en que han perdido todo sentido crítico. Del mismo modo que sus ministros que lo único que hacen bien es aplaudirle, los demás se esmeran en encontrar excusas y explicaciones para todas sus decisiones.
Si suelta a delincuentes peligrosos, como Junqueras y compañía, ningún socialista se queja, sino que lo comprenden.
Si se abraza con Iglesias sin que se le note que le da asco, les parece bien. Dicen que es un sacrificio por la causa, pero ¿qué causa?
Si se entiende con Otegui o con la tipeja esa del ‘Ortega Lara vuelve a la cárcel’, les parece que es un gesto democrático.
Si atiende con respeto las burradas de Rufián, ningún socialista se avergüenza, ni se alarma. No le ponen el termómetro al salir, por si tuviera fiebre y por eso diera esa sensación.
Si necesita imperiosamente tener a los jueces bajo control, echan la culpa al PP por no someterse a sus deseos, pero no lo dicen así, sino que dan un rodeo muy grande y lo sitúan fuera de la Constitución, aunque saben que nadie les va a creer. La situación no tiene remedio, porque Sánchez no está dispuesto a perder el control que ejerce sobre los jueces por la cuenta que le trae.
Si roban 680 de los impuestos destinados a los parados, es que no se han quedado ni un céntimo.
Ah, pero si Juanma Moreno suprime algún impuesto alegan que eso supondrá una merma en la recaudación de 95 millones. No les conviene ver que ese dinero va a estar en el mercado, con lo cual se podrán crear más puestos de trabajo y consecuentemente subirá la recaudación. Aparte de que la menor presión impositiva atrae a las empresas que en otros lugares ven que el fruto de sus esfuerzos se lo llevan políticos sin escrúpulos que luego lo gastan como quieren.
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