Lo ocurrido con la niña de Canet, y otros muchos casos similares, que serían decenas de miles si la gente se animara a protestar, demuestra el fracaso del catalanismo.
Si los catalanistas no recurrieran a métodos criminales serían irrelevantes en la sociedad catalana. Torra, el infame Torra, quiso referirse a los ciudadanos que pagan sus impuestos y cumplen las leyes catalogándolos como bestias con forma humana, y en realidad esa descripción que hizo se ajusta a él mismo y los suyos. Forman parte del Estado, cobran sus sueldos del Estado, o sea, de los impuestos de esos a los que quiso ofender, y luego, él y los suyos, los catalanistas, les niegan a los ciudadanos honrados el derecho a vivir en paz y libertad, a usar la lengua que quieran o les convenga y a que los estudiantes estudien en la lengua que consideren que les va a ser más útil en el futuro.
Nadie les niega a los catalanistas el derecho a adorar a Pompeyo Fabra, ni a hablar entre ellos en la lengua que les parezca, pero se les pide, sólo eso, que además es lo que demuestra que se vive en democracia, que dejen en paz a los demás.
Pues no les da la gana. Su actitud con la niña de Canet y con tantos otros es criminal. ¿Se han parado a pensar que pueden dar lugar a suicidios o a depresiones severas? ¿Son tan fanáticos que no les preocupa el daño que puedan hacer con su salvaje e inconstitucional actitud?
El Estado tiene la obligación de velar por los ciudadanos, especialmente los que sufren injusticia o son más vulnerables? No mediante la propaganda, ‘el gobierno de la gente’, sino con hechos. Y estos demuestran que han dejado abandonados a esos niños a los que se les está amargando la vida y comprometiendo su futuro. El PSOE debería recapacitar. Debería.
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