He visto un vídeo de Pablo Iglesias, de unos dos minutos de duración, con disgusto creciente, puesto que hay que ser masoquista para atender esas cosas. No creo que lo vuelva a hacer.
Este personaje no respeta a nadie, de modo que haber resistido el tiempo que dura el vídeo tiene mérito.
Consta de una serie de latiguillos que comienzan todos con ‘Vox es ultraderecha, pero…’ y después del ‘pero’ coloca los nombres de otros personajes a los que también cataloga como ultraderecha.
Si tuviera educación comenzaría por explicar qué entiende por ultraderecha y por qué sitúa a cada uno de los partidos políticos, personajes o empresas en ella. Lo de Vox, y puesto que siempre empieza así, es fácil de adivinar: cree que una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad.
Lo de las demás personas a las que cataloga como de ultraderecha también es fácil de adivinar: no se comportan como él quiere.
Entre esas personas hay un juez que un gobierno con comunistas es ilegítimo y eso le ha molestado y le ha dado motivo para meterlo en el saco. Pero el juez tiene razón. ¿Qué tiene que ver el comunismo con la democracia? ¿Qué hacen los ministros comunistas del gobierno de España salvo aplicar medidas fracasadas en todo el mundo y gastar dinero sin ton ni son? Lo que quieren los comunistas es arruinar a España para implantar la dictadura.
También ha metido a una empresa en el saco por hacer publicidad de alarmas contra los okupas. Pues claro, no todo el mundo tiene la posibilidad de conseguir que 30 o 40 guardiaciviles custodien su casa.
El fenómeno okupa, alentado por el partido de ultraizquierda Podemos es nefasto y atenta gravemente contra la economía del país.
Este partido es de ultraizquierda porque es comunista, pero no de aquel comunismo ligero que dio en llamarse eurocomunismo, sino del fetén, del estalinista.
Esperemos que más pronto que tarde desaparezca del mapa político español.
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