martes, 24 de enero de 2023

El Museo Británico y el respeto a los a.e.

 

Las palabras ejercen su influjo, pero sólo si se las utiliza de forma adecuada y se colocan en el sitio correcto. Si no es así, todo depende de lo boba que sea la persona que escucha o lee.

El Museo Británico que ha decidido nombrar «persona momificada» a lo que siempre ha sido «momia», y todo eso para respetar a los antiguos egipcios, a los que sin darnos cuenta, según este museo hemos estado insultando a lo largo de los siglos.

El fenómeno no es nuevo, sino que se viene cociendo lentamente, lo cual es un agravante. Por ejemplo, el término «minusválido», tan expresivo alude a la desventaja de estas personas con respecto a las demás en la lucha por la vida. Se ha cambiado el nombre por el de «discapacitado», que no resuelve nada, porque las dificultades siguen siendo las mismas y con ese se cree que se ha hecho un favor.

Lo que hay que hacer es tratar de paliar ese inconveniente con alguna medida legal.

Veamos lo que decía Marguerite Yourcenar: «dudo que toda la filosofía de este mundo consiga suprimir la esclavitud; a lo sumo le cambiarán el nombre». Exacto, ahora le llaman «justicia social». Lean a Vicente Huidobro: «el adjetivo, cuando no da vida, mata».

En lo que a mí respecta, suelo ser bastante díscolo, por no decir totalmente díscolo, con aquello cuya justificación es idiota, o por carecer de ella se intenta imponer como dogma, o tragárselo supone comulgar con ruedas de molino, que a mí, particularmente, me resultan totalmente indigestas.

A estas alturas de la vida, todo está inventado. Los primeros homínidos tuvieron que estrujarse el cerebro, desarrollándolo considerablemente, con el fin de adaptarse a unos modos de vida muy distintos de los que habían sido habituales para ellos hasta el momento. En la actualidad, cuando está más que conseguida la adaptación, el cerebro se usa muy a menudo para alcanzar la estupidez.

Esos libros míos


 

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