jueves, 5 de enero de 2023

Los niños, los niños

 

Si hay algo de pureza en el mundo está en los niños. Los adultos son, por regla general, arbitrarios, injustos e interesados. Su amor a la justicia se resume en el dicho «se acuerda de Santa Bárbara cuando truena».

Este proceder de los mayores, esta costumbre no tan edificante, desconcierta a los pequeños y tarde o temprano los contamina, siempre en términos generales. Pero antes de que se dé el caso, los desconcierta. Lo que ven no encaja todavía en su ánimo, aún tardarán un poco en acostumbrarse a la dura realidad. Mientras llega el momento, se refugian en el mundo de los sueños, y dentro de él hay unos seres magníficos que los entienden, saber valorar sus méritos y son generosos con ellos. Contra la brutalidad del mundo, la magia de los Reyes Magos.

Sirven, entre otras muchas cosas, para apuntalar su estabilidad emocional, para resarcirlos tras haber recibido un castigo o un trato injusto, para seguir creyendo en un mundo mejor.

Quitarles a los niños la ilusión de los Reyes Magos es un acto moralmente criminal. Son absolutamente necesarios para ellos. Pero no durante el día de Reyes, sino durante todo el año. Están presentes en las mentes infantiles todo el tiempo.

Sin embargo, en los tiempos actuales, en lo que han desaparecido los miramientos, la educación ha sufrido un grave deterioro con respecto a años atrás, no se piensa en el bien común o el interés general, sino que todo se reduce a salirse con la suya a costa de lo que sea, se está intentando sustituir en muchas partes a los Magos de Oriente por otros seres mitológicos, importados de otros lugares o bien inventados directamente, y lo que se consigue con ello es sembrar la confusión y destruir el encanto. El daño que se hace es considerable, pero a unos no les importa y otros sabrán encontrar coartadas para justificarse.

Esos libros míos


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