Sin demócratas es imposible la democracia, por mucho que el sistema se le parezca.
Un demócrata es un ser adulto, responsable que sabe que tiene su parte de culpa en los daños que cause el partido al que ha votado. Sabe que la base de la democracia es el imperio de la ley y para que esto pueda ser es imprescindible que la justicia sea independiente. También sabe que en una monarquía parlamentaria, como lo es la española, el Rey representa a todos los ciudadanos, por lo que se le debe el máximo respeto.
Todo eso lo sabe un demócrata y Sánchez, evidentemente, no lo es. Es un felón. Le ha arrebatado el título al mismísimo Fernando VII.
Hay que defender la democracia de este gobierno que está haciendo lo posible por acabar con ella. Un demócrata debe defenderla, no sólo por obligación moral, sino por la cuenta que le trae. Vivir bajo una dictadura es humillante y peligroso. No se puede dejar la defensa del menos malo de los sistemas políticos en manos de una sola persona, en este caso el Rey, que está resistiendo los embates de los totalitarios con una prudencia y una firmeza encomiables.
Pide Alfonso Guerra que dimita todo el ministerio de Igualdad y que alguien pague que ha causado. Se equivoca. Quien ha de dimitir es el gobierno entero, responsable de esa ley diabólica que señala y de otras muchas, igual de nocivas.
Y por supuesto que alguien ha de pagar por el mal causado, pero el principal responsable es el presidente y hay que empezar por él. Luego ya hay una ristra de culpables. No debería escaparse ninguno. En democracia no puede haber impunidad.
Y todos esos sectarios que apoyan a este gobierno miserable, han de saber que el sectarismo es propio de gente inmadura y totalitaria. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Ellos son tan responsables como Sánchez del deterioro de la convivencia, de la economía, de la justicia, de la Sanidad, de la Educación y, en definitiva, de todo.
Esos libros míos
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