Los subvencionados cineastas cargan contra Ayuso, porque quien paga manda. Si el dinero que se les regala para que hagan bodrios que luego no ve nadie, se destinara a la sanidad, mejor empleado estaría.
El diario El País ya ha renunciado a aquella seriedad que aparentaba para hacer el ridículo. Pone fotos de un hospital de Madrid para anunciar la muerte de un niño en otro lugar, dando la noticia de un modo estúpido además, muy diferente de si hubiera sido en la capital. Escribir en este medio o leerlo ya es motivo de deshonra.
Hay 51 medicamentos muy útiles para tratar patologías graves que el gobierno no financia porque son caros, según sus propias palabras. Pero el Falcon no les parece caro.
Crece el empleo público, con lo cual se cargan las espaldas de los contribuyentes y destruye empleo privado. Se asfixia a los autónomos y se disfraza el hecho como protección a los trabajadores. O sea, que mandarlos al paro es protegerlos.
Destruye el mercado del alquiler de viviendas, hace huir al capital extranjero y a las grandes fortunas, como si con ello hiciera un favor a alguien, insulta a los empresarios de éxito, lanza insidias contra los bancos, cuyos trabajadores cada vez están más agobiados y tienen el empleo más inseguro.
Fabra cerró la televisión valenciana para dedicar lo que cuesta a la sanidad, y la han vuelto a abrir, dedicando ese dinero que estaba destinado a la sanidad a promocionar el catalufo, intento que está destinado al fracaso.
Dentro de lo inútiles que son todos los del gobierno, hay dos ministras cuyo comportamiento es muy peligroso, pero eso se pasa por alto.
Ayuso tampoco es perfecta y es lógico que no caiga bien a todos, pero eso no es motivo para atacarla de modo tan despiadado y tan ilógico y, además, no hay nadie en todo el panorama político actual que pueda ser una alternativa para ella. Es de esperar que todas esas brutalidades que ha de soportar sólo sirvan para aumentar su popularidad. Por el bien de todos.
Esos libros míos
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