miércoles, 22 de febrero de 2023

Un descargador de camiones de feria

 

El Parlamento español ha terminado convirtiéndose en algo que no tiene nada que ver con un Parlamento. Por él circulan toda clase de tipejos y tipejas que cobran cantidades astronómicas en relación con sus conocimientos y disposición del ánimo a ser útiles a quienes les pagan los sueldos.

Un tal Rufián que hace honor a su apellido es uno de ellos. Para ser parlamentario hay que jurar o prometer lealtad al Rey y a la Constitución. Pues no hace ninguna de las dos cosas, como muchos otros y, encima, acreditando su condición asnal, se permite repartir credenciales de demócrata, a quienes jamás lo han sido ni, de momento, muestran intención de serlo y atribuye inteligencia a personas tan torpes como él.

Resulta que descargaba camiones de feria y lo echaron por vago, porque faltaba mucho al trabajo. Una ficha modélica. Premio para quien lo incorporó a su equipo. Esa era la clase de gente que buscaban.

No se puede esperar de él un pensamiento elaborado, con cierta complejidad, sino que lo suyo es lanzar simplezas, que además son falsas y generalmente injuriosas.

Esta es la faena que hicieron las legisladores: dejar la puerta abierta para que cualquier cantamañanas se colara en la clase política y se sirviera de ella para vivir a cuerpo de rey, a costa de los sufridos contribuyentes, que se ven obligados a pagarles el sueldo y la reparación de los destrozos que hacen, en el caso de que se puedan reparar.

Si además de que la ley tiene esos agujeros es un sinvergüenza el que gana las elecciones, los daños se multiplican. Incluso los hay capaces de dictar leyes para proteger a las ratas, mientras dejan desamparados a los niños y a las víctimas de las violaciones.

Este Rufián sería incapaz de desarrollar de un modo conveniente ninguna de las ideas, por llamarlas de algún modo, con que escupe a los demócratas, que como su propio nombre indica son seres educados y cumplidores de las leyes.

Esos libros míos 

 

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