miércoles, 7 de junio de 2023

Dejar atrás la repugnancia

 

Todavía no se ha enterado Sánchez o, al menos, no ha dado muestras de ello, de que al abrazarse con Iglesias se suicidó políticamente.

Los que dicen que es listo no saben lo que dicen. Si lo fuera, se habría dado cuenta de que el poder humano es limitado. Su lema, gobernar para transformar, explica lo caprichoso y lo inepto que es. Todo en él se resume en el disfrute del poder, de creerse dios. Pero las cosas son como son y no como él dice que son. Es tonto hasta para eso.

Pues parece que en su partido ya se han dado cuenta de que no está en sus cabales, y es muy posible que pasado el 23-J, en lugar de hospitalizarlo en un psiquiátrico, lo vapuleen. Ha hecho mucho daño, pero es porque el PSOE se lo ha permitido. Lo que debería hacer el partido es autocrítica y pensar en la refundación.

Otro que tampoco se entera es Iglesias, que enseguida se quejó, tras ser nombrado vicepresidente que el cargo no le daba tanto poder como había imaginado. Se creía que podría actuar como si estuviera en Venezuela o Cuba, y se dio cuenta de que no. A la vista de eso, se dedicó a ver series. A presumir de haber asumido responsabilidades, pero sin hacer luego nada de provecho. Recomendar series es lo que hacía. Y demostrar su condición de patán.

Este se suicidó políticamente, aunque de todos modos habría ido muy lejos dada su vagancia e inutilidad, cuando le declaró la guerra a Ayuso. Estaba acostumbrado a ordenar acosos contra particulares indefensos, o contra políticos en ámbitos cerrados, como son las facultades, y pensó que podría hundir la carrera política de la presidenta de Madrid. La que hundió fue la suya propia, pero lejos de aprender la lección, siguió incordiándola y como consecuencia ha hundido también a su partido y perjudicado grandemente a partidos similares.

Todo apunta a que pronto nos desprenderemos de los dos.

Esos libros míos

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