Quien siente odio, en realidad se odia a sí mismo. Que vuelque ese odio en otras personas es una consecuencia lógica. No creo que sea necesario añadir ninguna explicación más. Del mismo modo, quien es adicto a la mentira, también necesita mentirse a sí mismo, porque la verdad le resulta insoportable.
Nos han hablado de la ‘resiliencia’ de Pedro Sánchez, y abundan quienes han dado por bueno este dato, que no es más que una leyenda urbana.
En su narcisismo, ¡quisiera ser tan alta como la luna’, pero no hay modo, tiene que plagiar, mentir, traicionar…
Si en lugar de abrazarse a Pablo Iglesias, hubiera formado gobierno con el PP de Pablo Casado, todo habría sido diferente. Pero es que si hubiera actuado así, habría dado pruebas de que tiene un cierto autocontrol de sus pasiones. Habría logrado contener su odio, que vuelca sobre todo en el PP. Si hubiera sido capaz de eso, no estaría en fuga. Tampoco mentiría tanto.
Ese pacto es el que querían las bases de su partido, y las burló escapando hacia Podemos. Cada problema que se le ha presentado luego, lo ha resuelto -mal- huyendo. La suelta de los peligros golpistas, el favoritismo con los terroristas, la suelta de pederastas, todos han sido huidas del problema del momento. Siempre tratando de disfrazar la realidad de otra cosa, para engañar a sus votantes, para engañar al mundo, para hacer creer que controla la situación, cuando lo que ocurre es que está asustadísimo, es cobarde, y a los que más teme es a sus compañeros de partido, a los que tiene sometidos con puño de hierro.
En la última fuga, esta de los resultados del pasado 28-M, creyendo que ha hecho una pillería al disolver las Cortes y programar las elecciones para el 23 de julio, se ha metido en una ratonera. A ver si se cree que todos esos a los que ha fastidiado las vacaciones se lo van a agradecer.
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