Desconocía la existencia de este señor hasta hace unas semanas. Supongo que alguna vez me habré cruzado con él por la calle, porque voy caminando a todas partes, pero si ha ocurrido no me he dado cuenta.
Hay periodistas de renombre que tratan su caso con la frivolidad propia de un Rufián: «Yo creo que alguien condenado x violencia contra una mujer, un hombre o un niño no debe de ser representante público». El tuit es más largo, pero el resto no interesa para el caso.
El ser humano es perfectible y también puede empeorar. No es como una estatua que una vez hecha ya no cambia. Precisamente, la Constitución dice, ingenuamente, que las penas de cárcel han de ser orientadas a la reinserción, cuando hay delincuentes con los que pensar así es ilusorio.
El caso es que Carlos Flores Juberías fue condenado hace mucho tiempo, pero no sabemos nada más de eso. Habría un contexto, una situación anímica, algo que en su momento se le pudo ir de las manos. No hay nadie perfecto.
Ha pasado el tiempo, durante el que ha venido desempeñando cometidos relevantes socialmente, y aquello ha quedado sepultado en el olvido, porque no ha sido ni remotamente reincidente.
Se puede y se debe llegar a la conclusión de que ha evolucionado positivamente, ha sabido controlar aquellos prontos impetuosos y actualmente su proceder es otro.
Sacar a relucir este dato suyo, que para la justicia, ya está archivado es juego sucio. Que el Partido Popular les siga el juego a quienes lo han iniciado es deprimente. No porque el historial de este partido, las personas que lo componen y el comportamiento que ha venido teniendo con respecto a Vox inviten al optimismo, sino que nos encontramos en una situación tan excepcional, a causa del daño hecho por el PSOE, que no hay más remedio que esperar, que el PP y Vox, incluso con las personas que lo componen, se comporten de forma ejemplar.
Carlos Flores Juberías, lo ha hecho, apartándose.
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