Aplaudía con entusiasmo Pachi López, mientras giraba a derecha e izquierda para controlar la vehemencia de los aplausos que se ofrecían al fracasado gran traidor, que es Pedro Sánchez, por el que nadie apuesta, pero hay que hacer las listas para las elecciones y en su partido quien manda es él.
Todos lo intuyen fuera de la política a partir del 24 de julio, porque a partir de ese día el ambiente será irrespirable para él, pero aplauden sin reparos. No les preocupa la idea de que dentro de poco cambiarán su actitud con él.
El propio Pachi López, del que nadie piensa, ni siquiera el propio Sánchez que le ha encargado el cometido que lleva a cabo, que vaya a hacer algo correcto en su vida. Ya se ha retratado demasiadas veces como para que nadie sepa a qué atenerse con él. O sea, que en que tome el mando del partido alguien y critique lo desvencijado y descompuesto que está, el propio Pachi, si no ha sido expulsado del partido, será el primero que le echará toda la culpa a Sánchez.
Como esos que aplaudían al tipo que exageraba la impostura poniéndose la mano en el pecho. Temblando está por dentro de pensar en lo que le espera.
Siempre tiene la palabra democracia en la boca, cuando ni siquiera sabe explicar en qué consiste este sistema político -lo único que sabe es que se trata de una palabra que gusta al personal- y convoca las elecciones en vísperas de un gran puente, en medio de las vacaciones de un considerable número de españoles, para que la gente no vote, para que gane la abstención. Y así y todo no las tiene consigo.
A uno de los que más miedo tiene, seguramente, es a Pachi López. Sabe que no tendrá piedad con él. Ni compasión. Ni miramientos.
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